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El desafío
Inmortales mientras nos recuerden
El padre le tenía dicho a Balbino que el día de su nacimiento plantó el olmo junto a la puerta. Hacía 79 años. Balbino, ya desde niño, con su mirada saludaba al árbol cada jornada a la primera salida que hacía de la casa: -¡Aquí estoy!
Al niño le parecía que el árbol, en silencio, afirmaba del mismo modo su presencia continuada: -“¡Yo también!”
El olmo añadía al saludo del niño el recuerdo del padre.
. . .
Durante años, muchos años, al árbol le caían las hojas. En primavera volvían a brotarle de nuevo. A Balbino cierto día le asaltó una sospecha. Se cuestionó quien duraría más, el olmo o él. El árbol seguía firme en su mutismo. Esta actitud silenciosa mostraba seguridad en sí mismo. Balbino envejecía. El árbol también. Balbino sentía la inquietud del paso del tiempo. El árbol se mostraba impasible.
- Cuando mueras, ¿quién evocará a mi padre? – peguntó al árbol.
Un día Balbino percibió las hojas del olmo salpicadas de manchas negruzcas y un incipiente color amarillo. Cayeron prematuramente. En la primavera no brotaron de nuevo. El árbol había muerto.
. . .
El viejo Balbino, ciertamente, había sobrevivido al árbol. Había vencido en el desafío de la sobrevivencia, pero nada ya le volvería a evocar el rostro de su padre, desvanecido en la niebla del valle frente a la casa.
Categories: Impresiones, Personajes, Actualidad
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